Por Cristóbal García Vera -
Canarias-semanal.org
El inesperado
anuncio de la renuncia del Papa Benedicto XVI ha dado lugar a una avalancha de
declaraciones públicas positivas sobre su figura, e informaciones periodísticas
benevolentes, con un inevitable denominador común: su absoluto desprecio a la
verdad.
El inesperado anuncio de la renuncia del
Papa Benedicto XVIha dado lugar a una avalancha de declaraciones públicas
positivas sobre su figura, e informaciones periodísticas benevolentes, con un
inevitable denominador común: su absoluto desprecio a la verdad. El Presidente
de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, sostuvo
solemnemente que la aportación del Sumo Pontífice es ”probablemente única
en la historia de los papas y no fácilmente superable por ningún otro en el
futuro”. Los reconocimientos, sin embargo, no han llegado solamente, tal y
como resultaba lógico esperar, del ámbito de la propia Iglesia.
Desde Angela Merkel a Barack Obama, pasando por
la Casa Real española, han sido muy pocas las instituciones, mandatarios o
políticos que se han resistido a dedicar palabras elogiosas a quien dejará su
cargo el próximo 28 de marzo.
Pero, ¿quién es realmente este hombre, al que
todos parecen echar de menos incluso antes de que se haya retirado al
monasterio de clausura en el que ha decidido vivir la última etapa de su vida?
De las Juventudes Hitlerianas y la “Santa
Alianza” con Reagan al trono de Pedro
Aunque hoy casi
nadie parece querer acordarse de ello, Benedicto XVI inició su “militancia
social”, en las filas de las Juventudes Hitlerianas en su Alemania
natal. Al ser elegido como el Papa 265º, tras la muerte de su sucesor Juan
Pablo II, el Vaticano puso en marcha una campaña de lavado de imagen con
la que se pretendió disculpar este hecho, aduciendo tanto la edad que entonces
tenía Joseph Ratzinger como el “contexto histórico” en el que se produjo.
Lo cierto es, no obstante, que con contexto histórico o sin él, la pertenencia
a la organización de los cachorros fascistas no era obligatoria, y no
integrarse en la misma tampoco acarreaba ningún tipo de represalia por parte
del régimen nazi.
El episodio,
con todo, podría haberse considerado como un mero “pecado” de juventud si no fuera
porque, a lo largo de toda su vida adulta, Ratzinger continuó dando
sobradas pruebas de su ideología política ultraderechista. Fue destacado su
papel, por ejemplo, en la persecución sin cuartel de la Teología de la
Liberación. Corriente cristiana progresista nacida en América Latina, entre
religiosos comprometidos con las luchas populares de emancipación. Al frente de
la Congregación para la Doctrina de la Fe -la antiguaInquisición -, y
como principal colaborador de Karol Wojtyla, Ratzinger utilizó
todo su poder para apartar a los teólogos que habían decidido ”echar su
suerte con los pobres de la Tierra” y acabar con su ”subversiva”influencia.
Eran los tiempos de la guerra sucia de la Administración Reagan en
Latinoamérica. Años en los que Juan Pablo II estableció una ”Santa
Alianza” con el impulsor de la ”Guerra de las Galaxias”, que permitió
imponer en este subcontinente, a sangre y fuego, las políticas
neoliberales que arrasarían la región en las siguientes
décadas. Joseph Ratzinger, partícipe de este pacto entre las fuerzas
del orden capitalista, mantuvo un silencio cómplice ante las masacres que
las dictaduras auspiciadas por los EE.UU. estaban cometiendo para defenderlo.
En el
año 2004, Ratzinger aún tuvo la oportunidad de apoyar, indirectamente,
la campaña de George W. Bush, mediante una carta en la que pedía a los
electores católicos que no votasen por su oponente John Kerry, por la
posición de éste último en relación con el aborto. La última demostración de
sus inclinaciones políticas, sin embargo, la ofreció Benedicto
XVI en junio de 2011, al visitar la tumba y rendir homenaje al
cardenal croata Alojzije Stepinac. Un clérigo que, durante la II
Guerra Mundial, se puso voluntariamente al servicio del gobierno títere
del poglavnik - Führer, Caudillo - Ante Palevic y
de las tropas hitlerianas, cuando éstas invadieron Yugoslavia en 1941. Tras la
derrota del régimen del poglavnikPalevic y de los
ocupantes nazis por los guerrilleros de Tito, Stepinac fue
enjuiciado por su colaboracionismo y condenado a 16 años de prisión. Juan
Pablo II terminaría beatificándolo.
Ratzinger ordenó silenciar los abusos
sexuales a menores bajo amenaza de excomunión
En 2010, el
Vaticano aseguró que se había desatado una campaña para desprestigiar
a Benedicto XVI, a raíz de los miles de casos de pederastia
cometidos por sacerdotes que habían comenzado a salir a la luz en Estados
Unidos, México Irlanda o Canadá varios años antes.
“Benedicto
XVI - aseguraron desde la “Santa Sede” - es el pontífice que más ha hecho
contra la pederastia en la Iglesia”. Ante el escándalo desatado
internacionalmente, el propio Ratzinger se vio obligado a pedir
perdón públicamente “por los abusos sexuales contra menores perpetrados por
algunos sacerdotes”.
“No comprendo cómo
esto pudo suceder”, aseguró con aparente pesar el Papa, a los periodistas
que le acompañaron en un viaje a México, donde el fundador de
los Legionarios de Cristo Marcial Maciel - un protegido de Juan
Pablo II, llevó a cabo estos abusos durante gran parte de su vida. Estaba
mintiendo, tal y como demuestran los documentos dados a conocer por el ex
sacerdote Alberto Athié y el investigador Fernando González.
Según consta en ellos, el Vaticano conoció la existencia de estos abusos al
menos desde el año 1956. El informe más importante que lo prueba es
del sacerdote carmelita Anastasio Ballestero. Se trata de una suerte de
resumen con toda la información sobre la actividad delictiva de Maciel. La
responsabilidad directa de Ratzinger en el ocultamiento y protección
de los delitos del fundador de Los Legionarios comienza en 1981, al
hacerse cargo de la Congregación para la Doctrina de la Fe: ”Cuando surge
la denuncia formal ante esa congregación, en ese momento por oficio, se debería
haber atraído todas las informaciones que estaban en Roma” - denunció Athié
al diario La Jornada.
En 1998,
algunos ex Legionarios de Cristo acudieron a presentar una denuncia
formal ante Ratzingerpor estos crímenes. ”El actual Papa -
añadió el ex sacerdote Alberto Athié a la publicación mexicana- nunca
respondió. Retuvo el proceso judicial, hasta que ya definitivamente no le quedó
otra que reducirlo al estado laical. Lo hizo para proteger a Maciel y
protegerse a sí mismo, porque iba a entrar al cónclave”.
Pero el caso
de Marcial Maciel no constituye ninguna excepción en el tratamiento
de la Iglesia Católica de los delitos de pederastia cometidos por sus
sacerdotes alrededor de todo el Mundo. La política oficial de la Iglesia a este
respecto se encuentra reflejada en la directiva ”Crimen sollicitationis”,aprobada
por Juan XXIII en 1962 para imponer la obligación de
guardar silencio sobre estos abusos sexuales bajo pena de excomunión. Este
documento permanecía vigente cuando Joseph Ratzinger fue
nombradoprefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Tras acceder al
cargo, el futuro papa redactó un nuevo decreto que consagraba los aspectos
fundamentales de la antigua disposición. Principalmente, la obligación de que
las denuncias por abusos se presentaran exclusivamente en Roma y la pena de
excomunión para aquellas víctimas o sacerdotes que se atrevieran a denunciar
ante tribunales ordinarios o la prensa. El propio Ratzinger fue, en
efecto, quien ordenó silenciar los abusos a menores. A través de una carta que
sería recuperada posteriormente por el semanario The Observer, dio
instrucciones a todos los obispos sobre las medidas que debían disponer para
encubrir a los clérigos que realizan este tipo de prácticas deleznables.