En estas condiciones "viven" los prisioneros en Guantánamo mientras el mundo sigue su "gira" |
La
situación se hace crítica en la base militar de EE UU
El
Pentágono ha enviado personal médico adicional para atender a los reos
La huelga de hambre de los presos de Guantánamo va a entrar en
su tercer mes con más de la mitad de la población del centro de reclusión sumada
a ella y con la casi totalidad de los efectivos militares dedicados a atender y
alimentar por la fuerza a los huelguistas.
La situación que se vive en la base naval militar
norteamericana instalada en territorio cubano es tan límite que el Pentágono ha
enviado personal médico adicional para que pueda ocuparse del creciente número
de presos que se niegan a comer.
El pasado viernes, las autoridades de la base
reconocían que 94 reos están en huelga de hambre sobre un total de 166, y que
17 estaban siendo alimentados con vías por la nariz hasta el estómago para
evitar su deshidratación y pérdida de peso que les podría acarrear la muerte.
En la semana que comienza deberían de llegar a la
instalación militar 40 personas enviadas por el Departamento de Defensa —entre
médicos, enfermeras y otro personal hospitalario— que ayudará a las cerca de
100 personas actualmente de servicio en las instalaciones médicas de la Armada,
según el coronel Samuel House, uno de los portavoces del centro de reclusión de
Guantánamo.
A través de alambres de púas verán su bandera las personas enviadas al lugar por el Departamento de Estado |
No es ésta la primera huelga de hambre que se vive
en la prisión. Poco después de su creación, en enero de 2002, para alejar de
las leyes de EE UU a los capturados en el extranjero en la guerra contra Al
Qaeda —denominados por la Administración de George Bush “combatientes
enemigos”—, se desarrollaba la primera.
En 2006, las autoridades militares acababan por la
fuerza con otra que llegó a sumar a casi 200 personas —por aquel entonces había
más de 600 prisioneros
—. Pero la que ahora se lleva a cabo obedece a razones
distintas a las de hace años. Si, según el teniente coronel de turno a cargo
entonces de las relaciones con la prensa, la huelga era "una táctica de Al
Qaeda" para captar la atención de los medios de comunicación, ahora
responde a razones que difieren según las versiones pero que tiene la
frustración y la desesperación como telón de fondo: los presos están dispuestos
a dejarse morir antes que pasar otro día más encerrados.
En un principio, los presos se quejaron de
registros indiscriminados en los que sus objetos personales –entre ellos el
Corán- eran tratados de forma irrespetuosa por los militares. Pero tanto los
abogados como las autoridades de la base aseguran que lo que subyace es el
sentimiento de que la única manera de abandonar el penal es en un féretro.
Para el general John Kelly, jefe del Comando Sur
del Ejército de Estados Unidos y al frente del penal de Guantánamo, los presos
tenían grandes expectativas de que con Barack Obama se cerrase el centro que se
han visto frustradas. “Estaban devastados cuando percibieron que el presidente
daba marcha atrás”, asegura Kelly, en entrevistas con la prensa norteamericana
la semana pasada. A esa decisión se sumó la firma presidencial en enero de 2011
para restringir al máximo los traslados a terceros países.
El pasado viernes, la influyente senadora demócrata Dianne Feinstein
–presidenta del Comité de Inteligencia del Senado- pedía a la Casa Blanca que
reanudase el proceso de transferencia y liberación de 86 reos que hace más de
tres años que cuentan con el visto bueno de la Administración para regresar a
sus países. De esos 86 presos, 56 son de Yemen, país hacia el que el presidente
Barack Obama frenó futuras transferencias después del intento de atentado el
día de navidad de 2009 por parte de un yemení y la base de Al Qaeda en ese país
asiático frente al cuerno de África.
“El hecho de que muchos detenidos hayan pasado más
de una década en Guantánamo y crean que no hay luz al final del
túnel para ellos es una razón más para los crecientes problemas y los cada vez más y más reclusos
en huelga de hambre”, ha escrito Feinstein en una carta dirigida a Tom Donilon,
consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca.
Feinstein recordaba en su carta al consejero de
seguridad de Obama que cuando sucedió el intento de atentado el día de Navidad
ella misma pidió al presidente que se paralizaran las transferencias “hasta que
la situación en Yemen se estabilizase”. Sin embargo, la senadora considera que
ha llegado el momento de examinar si el presidente yemení, Abdu Rabbu Mansur
Hadi –enemigo declarado de Al Qaeda desde que llegó al poder el año pasado- puede
garantizar que “los 56 yemenís que tienen carta blanca para ser transferidos”
no serán un peligro para la seguridad y proceder así a su traslado desde
Guantánamo.
La senadora recuerda a la Casa Blanca en
su misiva que tras su visita al penal militar de Guantánamo a principios de
este mes, el Comité Internacional de la Cruz Roja indicó que la desesperación
entre los detenidos “no tiene precedentes”.