Por Thierry Meyssan
Para Thierry
Meyssan, los turcos no están protestando contra el estilo autoritario de Recep
Tayyeb Erdogan sino en contra de su política, o sea contra la Hermandad
Musulmana, a la que Erdogan apadrina. No se trata de una revolución
de color en la plaza Taksim en contra de un proyecto inmobiliario sino de un
levantamiento en todo el país, de una verdadera revolución que está
cuestionando la «primavera árabe».
Por Red
Voltaire | Beirut (Líbano) | 10 de junio de 2013
a sublevación
turca tiene sus raíces en la incoherencia del gobierno de Erdogan. Después
de haberse presentado como un «demócratamusulmán» –al estilo de los
«demócratacristianos»–, Erdogan mostró súbitamente su verdadero rostro al producirse
las «revoluciones de colores» de la primavera árabe.
En materia de
política interna y exterior, puede verse un verdadero viraje que permite
hablar de un antes y un después. Antes, existió una técnica de
infiltración en las instituciones. Después vino el sectarismo. Antes, se
aplicaba la política de Ahmed Davutoglu de «cero problemas»
con los vecinos. El antiguo imperio otomano parecía salir de su
letargo y volver a la realidad. Después fue lo contrario: Turquía se enemistó
nuevamente con todos y cada uno de sus vecinos y se involucró en la guerra
contra Siria.
La Hermandad Musulmana
Tras ese viraje
está la Hermandad Musulmana, organización secreta a la que siempre
pertenecieron Erdogan y los miembros de su equipo, aunque siempre lo
niegan. Si bien ese viraje es posterior al de Qatar, padrino
financiero de la Hermandad Musulmana, su significado es exactamente
el mismo: son regímenes autoritarios, aparentemente antiisraelíes cuya
profunda alianza con Tel Aviv aparece súbitamente.
Es importante
recordar aquí que la expresión «primavera árabe», surgida y acuñada en
Occidente, no es más que un engaño tendiente a hacernos creer que los
regímenes de Túnez y Egipto fueron derrocados por los pueblos. Si bien es
cierto que en Túnez hubo un levantamiento popular, también lo es que su
objetivo no era llegar a un cambio de régimen sino lograr una evolución
económico-social. No fue la gente que se lanzó a las calles sino
Estados Unidos quien ordenó a Zinedin el-Abidin Ben Ali y a Hosni Mubarak que abandonaran
el poder. Posteriormente, fue la OTAN la que derrocó a Muammar el-Khadafi y
provocó su linchamiento. Y ahora son nuevamente la OTAN y el Consejo de
Cooperación del Golfo quienes han alimentado la agresión contra Siria.
En todo el
norte de África –con excepción de Argelia– la Hermandad Musulmana llegó al
poder gracias al respaldo de Hillary Clinton. Y en toda esa región, la
Hermandad Musulmana tiene a cargo de la comunicación una serie de consejeros
turcos, amablemente puestos a su disposición por el gobierno de Erdogan. Y en
cada uno de esos casos, la «democracia» no ha sido otra cosa que una
apariencia que ha permitido a la Hermandad Musulmana islamizar
la sociedad, a condición de que ella misma respalde el capitalismo
seudoliberal de Estados Unidos.
El término
«islamizar» no es una referencia a la realidad sino a la retórica de la
Hermandad Musulmana. Esa cofradía pretende controlar la vida privada de los
individuos basándose para ello en principios externos al Corán. Rechaza el
papel de la mujer en la sociedad e impone una vida de austeridad, sin alcohol,
tabaco ni sexo… al menos para los demás.
Durante una
decena de años, la Hermandad Musulmana optó por la discreción, dejando la
transformación de la enseñanza pública en manos de la secta de Fetullah
Gulen, a la que pertenece el presidente de Turquía, Abdulla Gul.
Aunque la
Hermandad Musulmana proclama a los cuatro vientos su odio por el American Way
of Life, el hecho es que opera bajo la protección de los anglosajones (Gran
Bretaña, Estados Unidos e Israel), que siempre han sabido utilizar
la violencia de dicha cofradía contra todo el que se resiste a los
designios imperiales. La hasta hace poco secretaria de Estado Hillary Clinton
tenía en su equipo de trabajo a su ex asistente personal, la señora Huma
Abedin –esposa del dimitente diputado sionista estadounidense Anthony Weiner.
La madre de Huma Abedin, Saleha Abedin, dirige la rama femenina mundial de
la Hermandad Musulmana. Es por esa vía que la señora Clinton azuzaba a la
cofradía.
La Hermandad
Musulmana proporcionó la ideología de al-Qaeda a través de un miembro de
la cofradía: Ayman al-Zawahiri, organizador del asesinato del presidente
egipcio Annuar el-Sadat y actual líder de esa organización terrorista.
Al-Zawahiry, al igual que Osama ben Laden, ha sido desde siempre un agente de
los servicios de inteligencia estadounidenses. A pesar de ser presentado
oficialmente como el enemigo público de Estados Unidos, el hecho es que se
reunía con mucha regularidad con los representantes de la CIA, en la embajada de
Estados Unidos en Bakú, desde 1997 hasta 2001, según el testimonio de la ex
traductora de la CIA Sibel Edmonds, en el marco de la operación
«Gladio B» [1].
Una dictadura paulatina
Durante su
estancia en la cárcel, Erdogan afirmó haber roto sus vínculos con la Hermandad
Musulmana y abandonó el partido de la cofradía. Logró ser electo y poco a
poco fue instaurando una dictadura. Arrestó y encarceló a dos tercios de los
generales turcos, acusándolos de haber participado en el Gladio, la red
secreta de influencia estadounidense. Bajo el régimen de Erdogan, Turquía
se ha convertido en el país con la mayor tasa mundial de encarcelamiento
de periodistas, dato que la prensa occidental ocultó hasta ahora, por
tratarse de un país miembro de la OTAN.
El ejército turco
siempre ha sido el guardián tradicional del laicismo kemalista. Y desde el 11
de septiembre de 2001, oficiales de alto rango que veían con inquietud la
deriva de Estados Unidos hacia el totalitarismo, se pusieron
en contacto con sus homólogos de Rusia y China. Para erradicar con esa
tendencia, varios jueces fueron utilizados entonces para recordar a esos
militares sus antecedentes proestadounidenses.
Como en toda
profesión, puede haber periodistas delincuentes. Pero si Turquía muestra el
promedio de encarcelamiento de periodistas más elevado del mundo es porque
existe una política sistemática de intimidación y represión. Con excepción del
canal Ululsal, la televisión turca se había convertido en un permanente
panegírico al régimen de Erdogan. Y la prensa escrita iba por el mismo camino.
«Cero problemas» con los vecinos
Igualmente
risible era la política exterior de Ahmed Davutoglu. Después de tratar de
resolver los problemas que el imperio otomano había dejado pendientes hace más
de un siglo, el profesor Davutoglu trató de utilizar al presidente
estadounidense Obama contra el primer ministro israelí Netanyahu organizando la
«Flotilla de la Libertad» hacia Palestina [2]. Sin embargo, menos de 2
meses después del acto israelí de piratería contra la flotilla, el propio
Davutoglu aceptaba la creación de una comisión investigadora internacional
encargada de enterrar el incidente y retomaba, por debajo de la mesa, la
cooperación con Tel Aviv.
Otro indicio de
la cooperación entre la Hermandad Musulmana y al-Qaeda: la cofradía embarcó en
el Marvi Marmara a Mahdu al-Hatari, el número 2 de al-Qaeda en Libia y
probable agente de los servicios británicos de inteligencia [3].
Debacle económica
¿Cómo es
posible que Turquía echara a perder no sólo toda una década de esfuerzos
diplomáticos de restauración de sus relaciones internacionales sino incluso su
crecimiento económico? En marzo de 2011, Turquía participa en la operación de
la OTAN contra Libia, uno de sus principales socios económicos. Al terminar esa
guerra, Libia quedó destruida y Turquía perdió aquel mercado. Pero al mismo
tiempo, Ankara se lanzó en la guerra contra su vecino sirio, con el que acababa
de firmar un año antes un acuerdo de liberalización del comercio. El
resultado no se hizo esperar: el crecimiento, que había sido del 9,2% en 2010,
cayó en 2012 al 2,2% y sigue bajando [4].
Relaciones públicas
A Erdogan se le
subió a la cabeza la llegada de la Hermandad Musulmana al poder en el
norte de África. Al expresar abiertamente su ambición imperial otomana,
el primer ministro turco incomodó, para empezar, al público árabe.
Y luego se ganó la desconfianza de la mayoría de su pueblo.
Por un lado, el
gobierno turco financia Fetih 1453, largometraje que –con un presupuesto
faraónico para las posibilidades de Turquía– supuestamente debía celebrar
la conquista de Constantinopla, pero basado en un argumento históricamente
falso. Pero por otro lado trata de prohibir la serie televisiva más
célebre de todo el Medio Oriente –El harem del sultán– porque la verdad
no ofrece una imagen pacífica de los otomanos.
La verdadera razón de la sublevación
La prensa
occidental resalta, en el actual levantamiento, varios puntos que en realidad
son detalles: un proyecto inmobiliario en Estambul, la prohibición de la venta
nocturna de alcohol, declaraciones que alientan la natalidad. Todo eso existe,
pero no basta para provocar una revolución.
Al mostrar su
verdadero rostro, el régimen de Erdogan se separó de la población. Sólo una
minoría de los sunnitas puede identificarse hoy con el programa retrógrado e
hipócrita de la Hermandad Musulmana. Pero si bien el 50% de los turcos son
sunnitas, un 20% son alevíes (o sea, alauitas), otro 20% son kurdos y el 10%
restante pertenece a otras minorías. Las estadísticas muestran, por lo tanto,
que Erdogan no puede resistir ante la sublevación que su política ha provocado.
Al derrocar a
Erdogan los turcos no resolverían únicamente su propio problema. También
pondrían fin a la guerra de Turquía contra Siria. He señalado varias veces
que ese conflicto se detendría si llegara a desaparecer uno de sus padrinos. Lo
cual sucederá pronto. Los turcos pondrían fin así a la expansión de la
Hermandad Musulmana. La caída de Erdogan sería el preludio de la de sus amigos,
desde Ghannouchi en Túnez hasta Morsi en Egipto. Es, en efecto, poco probable
que esos gobiernos artificiales, impuestos a través de elecciones “arregladas”,
logren sobrevivir a la caída de su poderoso padrino.
Thierry Meyssan
NOTAS
[1] «Al Qaeda
Chief was US Asset», por Nafeez Ahmed, 21 de mayo de 2013.
[2] «¿A qué se
debe el ataque israelí contra civiles en el Mediterráneo?», y «Flotilla de la
Libertad: el detalle que Netanyahu no conocía», por Thierry Meyssan, Red
Voltaire, 2 de junio y 11 de junio de 2010.
[3] «Los
rebeldes sirios apoyados por Washington están bajo el mando de un “ex”
terrorista de Al-Qaeda», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 19 de diciembre de
2011.
[4] «Turkey’s Economic Growth Slows Sharply»
por Emre Perer y Yeliz Candemir, The Wall Sreeet Journal, 1º de abril de 2013.
Thierry Meyssan
Intelectual
francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for
Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe,
latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: La gran impostura II.
Manipulación y desinformación en los medios de comunicación (Monte Ávila
Editores, 2008).