Por Roberto Romero Ospina, Centro de Memoria, Paz y Reconciliación
No
es poca cosa lo que ha ocurrido en El Vaticano. Y no nos referimos a la
canonización de la madre Laura que tiene inmensa significación para los
católicos colombianos pues ahora cuentan con su primera santa. Se trata
de la audiencia que el Papa le concedió hoy 13 de mayo, al presidente
Santos.
Pero lo de la entrevista en sí misma no es la noticia. Por eso todos los portales de la prensa nacional, una veintena de medios han titulado sin excepción, a los que se han sumado los noticieros de la televisión: “El Vaticano manifiesta su interés en que prosigan las negociaciones de paz”.
Millones
de colombianos hoy saben que hay en curso un proceso de paz entre las
guerrillas de las FARC y el gobierno para poner fin a un conflicto que
dura ya casi medio siglo. Y que el mismo cuenta con
poderosos enemigos. Sin embargo, hoy también han conocido por boca del
Sumo Pontífice, al que veneran, que el camino es apoyar sin condiciones
el encuentro de la Habana.
Porque
eso señala sin ambages el comunicado de prensa tras la cita en Roma:
“En las conversaciones tampoco ha faltado una referencia al proceso de
paz en curso y a las víctimas del conflicto, y se ha manifestado el
deseo de que las partes implicadas prosigan las negociaciones, animadas
por una sincera búsqueda del bien común y de la reconciliación”.
El Papa Francisco también tuvo que dejar sentado, en la animada conversación, una
referencia nítida a la situación de Colombia y causante en ultimas de
las hostilidades: “Se han analizado los retos a los que el país se
enfrenta, sobre todo por lo que respecta a las desigualdades sociales”.
Es
que El Vaticano sabe que Colombia es el tercer país más desigual del
mundo y así se lo ha recordado al presidente, cuya programa no va
precisamente por el camino de terminar con ese desequilibrio que solo
multiplica la injusticia social ya inveterada en el país.
Llama la atención del comunicado una referencia a la “cultura del encuentro”, que ha venido promoviendo Jorge Mario Bergoglio y que ha hecho suya el Episcopado colombiano. Este
se la ha jugado por entero al proceso de paz y cuya muestra más
decidida fue su apoyo irrestricto a la jornada del 9 de abril, que
movilizó a centenares de miles de colombianos de todas las tendencias. Pluralismo sin precedentes por el máximo bien común.
Así
se lo reconoce la Santa Sede a la Iglesia colombiana en este comunicado
de prensa que en solo tres párrafos encierra una gran riqueza política:
“La aportación de la Iglesia a la promoción de la ‘cultura del
encuentro’ y de sus obras al servicio del progreso humano y espiritual
del país, en particular, de los más necesitados y de los jóvenes”.
Cultura del encuentro que ha abierto las puertas del dialogo entre
diferentes y que ha posibilitado, como nunca antes, arribar al fin del
conflicto.
Tan solo en quince minutos dos estadistas reunidos el día de la virgen de Fátima en la biblioteca del Palacio Apostólico de Roma, le
dieron un nuevo impulso a la cita de la Habana. Dejando a los
opositores, por cierto muy creyentes todos, en una situación bien
incómoda. Con la Iglesia hemos topado, diría su máximo contradictor
parodiando a Sancho.