La casa real española es una de las más
afectadas por la crítica de la sociedad. Hay varias otras monarquías, con más o
menos el mismo sello de parásitos. Son una rémora feudal en pleno siglo XXI.
Por Emilio Marin
La
princesa Cristina, duquesa de Palma y séptima en la línea del trono de Juan
Carlos de Borbón, tiene preocupaciones de gente común, imputada que fue de
cómplice en la causa por corrupción que tiene entre las cuerdas a su esposo,
Iñaki Urdangarin.
Cristina,
que no es Fernández, había sido citada a declarar por el juez José Castro para
el 27 de abril pero hubo una postergación para el 20 de mayo. Verla ingresar a
los tribunales de Palma de Mallorca a defenderse de malversación de caudales
públicos, será todo un récord para la corona.
El
ex deportista olímpico Urdangarin presidió entre 2004 y 2006 la Fundación Noós,
entidad sin fines de lucro para la promoción del deporte. Como representante de
la casa real, le fueron entregados fondos millonarios por gobiernos regionales,
como las comunidades de Baleares y valencianas. Unos 6 millones de euros
terminaron en sus empresas privadas y giradas a paraísos fiscales de Belice y
Suiza.
Los
primeros en caer fueron el socio de Urdangarin, Diego Torres y su mujer, en
tanto la familia real quedaba momentáneamente a cubierto. Pero Torres,
procesado, aportó información que comprometía a su socio mayor, que fue
indagado a fines de 2011. La infanta Cristina no estaba imputada, a diferencia
de la mujer de Torres: pertenecer tiene esos privilegios.
Mails
y otras comprobaciones aportadas al juzgado no sólo comprometían a la hija del
rey sino también a éste, al tanto de los negocios turbios de su yerno. Lo
favoreció con contactos empresarios en la fundación Noós y en otra que abrió
posteriormente. La duquesa de Palma era sólo vocal en esa entidad, pero
copropietaria de una de las empresas favorecidas, la inmobiliaria Aizoon. Y no
pudo sostener su ajenidad al desfalco.
¿Por
qué no dejas de robar?
Otro
de los elementos de la justicia de Baleares que terminó jugando en contra de la
infanta fue que en esos años de la malversación, ella y su marido compraron un
palacete en Barcelona, de 2.155 metros cuadrados.
Lo
adquirieron por 5,8 millones de euros, una suma que casualmente coincide con
los fondos estatales desviados. Ahora, con deudas al acecho, incluyendo las
fianzas judiciales, la pareja real habría vendido la propiedad en 7,5 millones
de euros. Debe algunas cuotas de la hipoteca en La Caixa, pero no debe ser
problema porque Cristina es directora del Área Social de la Fundación La Caixa,
de la banca barcelonesa copropietaria de Repsol.
Urdangarin
sobrellevó bien el hostigamiento judicial, porque Telefónica lo designó
ejecutivo y lo ubicó en Estados Unidos durante los últimos tres años, cuando el
escándalo hacía aconsejable moverlo unos cuantos kilómetros de la península.
El
incendio fue con ellos y ya de regreso a España Juan Carlos dio la orden de que
el duque no participara de las actividades oficiales por su comportamiento
"no ejemplar". El perfil del procesado fue borrado de la web de la
casa real, como si al apretar la techa "delette" se borrara la
historia.
Juan
Carlos se molestó muchísimo con Hugo Chávez por sus críticas al rol de José
María Aznar en el golpe en Venezuela en abril de 2002. Y en la Cumbre
Iberoamericana de Chile llegó a espetarle al bolivariano, descortés hasta la
brutalidad. "¿por qué no te callas?". El agredido murió el 5 de marzo
pasado y ya no podrá decirle "¿por qué tu familia no deja de robar?".
Alguien podría preguntarle eso en la próxima cumbre, si es que el monarca no
anda cazando elefantes por África o en alguna otra actividad tan poco acorde a
la crisis.
Izquierda
Unida del Ayuntamiento de Alcalá de Guadaira, en abril pasado, propuso declarar
persona no grata al rey, por su origen no democrático, por los escándalos de
corrupción y por la información del diario El Mundo. Este afirmó "que el
rey Juan Carlos posee cientos de millones de las antiguas pesetas en cuentas en
Suiza que heredó de su padre, sin que a día de hoy esté claro si ese dinero ha
sido declarado ante la Hacienda española".
Dos
mundos
El
nombre completo es Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad
de Borbón y Grecia. La última denominación tiene que ver con que su madre es de
la realeza helénica. España y Grecia, separados por miles de kilómetros, son
las dos expresiones más concentradas de las crisis capitalista europea.
Ese
torneo del descenso viene muy parejo: España tiene 26,3 por ciento de desempleo
y Grecia 26,4, según la oficina de estadística Eurostat. En la zona euro de 17
naciones, había 19 millones de personas sin empleo, de las que más de 6
millones vivían en España. En toda la Unión Europea, de 27 socios, los sin
trabajo superaban los 26,5 millones.
En
el desempleo juvenil, la pulseada daba casi empate, pues entre los menores de
25 años España tenía 55,7 por ciento de desocupación y Grecia el 58,4. Lideran
con mucha comodidad tan avergonzante grilla.
El
fascista Francisco Franco aplastó a la República española en 1939 y antes de
morir, en 1975, designó su sucesor a Juan Carlos. Su reinado transcurrió 38
años sin que los crímenes del franquismo tuvieran juicios ni castigos. Esto
siempre ofendió a los españoles republicanos y democráticos, pero ahora hay una
contradicción más manifiesta entre monarquía y sociedad. En abril pasado, el
Centro de Investigaciones Sociológicas informó "que los españoles dieron a
la corona una nota de 3,68 sobre 10". La aplazaron.
Sin
embargo, a pesar del repudio, los parásitos reales, imputados por corrupción y
sospechados de otros delitos, ni piensan en someter a referéndum si los
españoles quieren seguir viviendo con reyes como en tiempo de las carabelas...
Carlos,
lacra de Gales
A
los argentinos les cae muy pesada la lacra británica por la rapacidad del viejo
imperio contra Buenos Aires, invadida en 1806 y 1807, y por la usurpación de
Malvinas, en 1833 y 1982, que aún perdura.
El
reciente funeral con honores que Londres brindó a Margaret Thatcher el 17 de
abril, con desfile militar y la presencia de once jefes de gobierno y 17
ministros de relaciones exteriores, reavivó esa contradicción entre
colonialismo y patriotismo. Es que la muerta dio la orden de hundir al crucero
Gral Belgrano, asesinando a 323 argentinos el 2 de mayo de 1982.
El
príncipe Carlos, que aguarda impaciente que su madre Isabel II, se muera o
tenga a bien abdicar como lo hizo la holandesa Beatriz, sigue engordando su
patrimonio. El País de Madrid informó que "Carlos, príncipe de Gales y
duque de Cornualles, tiene derecho a quedarse con las herencias de personas de
la zona de Cornualles que mueren sin hacer testamento".
Citando
al británico The Guardian, se precisó que por aquel concepto el sucesor real
recibió en 2012 "530.000 euros más los rendimientos anuales del capital
acumulado (...) lo que eleva la cantidad de dinero feudal del heredero a 4
millones de euros".
Esa
suma sólo se refiere al fondo de Cornualles, sin contar todo lo demás de una
corona que decidió que el Estado gastase más de 10 millones de libras
esterlinas en el fastuoso funeral de la "Dama de Hierro". Esa cuenta
la pagaron los contribuyentes, incluso los mineros y empleados estatales que la
fallecida despidió y reprimió entre 1979 y 1990.
Chupete
en la baja espalda
Ese
club de monarcas y reyezuelos es una rémora feudal y parasitaria en siglo XXI.
Son una calamidad, pero los números cantan que se trata de una tara de una
parte de la humanidad, no de la mayoría.
La
festichola de la corona holandesa con motivo de la asunción de Guillermo y de
la renunciante a la nacionalidad argentina, Máxima, que es Zorreguieta, con su
"foto de familia", retrató a esa parte decadente del mundo.
Allí
estaban Alois de Liechtenstein, Alberto de Mónaco, Guillermo de Luxemburgo,
Felipe de Borbón, Carlos de Inglaterra, Felipe de Bélgica, Victoria de Suecia,
Haakon de Noruega, Federico de Dinamarca, Naruhito de Japón y los príncipes de
Bahrein, Brunei, Jordania, más la esposa del rey de Marruecos.
Visto
el mundo en su conjunto, con 193 países de la ONU, ese club de reyes no es
representativo, amén de que su menguado prestigio anda más o menos por el
suelo, como en el ejemplo extremo de los zánganos del Palacio de la Zarzuela.
Esa
gente tiene sangre roja como todos los mortales, pero algunos creen que la suya
es azul como el color del vestido de Máxima en la coronación en Amsterdam. Ese
día se vio a un pequeño empresario argentino, Franco Servidio, de Haedo, que en
la plaza del Dam desplegó una bandera argentina con la inscripción "No a
la Re-Re-Re elección". La enviada de "La Nación", Elisabetta
Piqué, cronicó que "muchos argentinos se acercaban a Franco para
felicitarlo por la brillante idea y sacarse fotos con él".
La
anécdota ilustra que la estupidez humana está en la base del fenómeno de la
nobleza. Hay que ser un tonto para festejar reyes ajenos y celebrar como
"logro argentino" la consagración de una reina que renunció a la
nacionalidad. Y es mucho más estúpido ir con un cartel referido a elecciones y
reelecciones, justo a un acontecimiento donde el voto del soberano no cuenta
sino la descendencia de los Orange desde 1772.