"El capitalismo en un callejón sin
salida" de Fred Goldstein
Por Olmedo
Beluche
Fred Goldstein, dirigente de la organización estadounidense Mundo
Obrero - Workers World, de quien ya conocíamos sus lúcidos análisis sobre la
crisis económica capitalista en el periódico homónimo de dicha organización,
acaba de publicar su último libro: "El capitalismo en un callejón
sin salida. Destrucción de empleo,
sobreproducción y crisis en la era de la alta tecnología. Un punto de vista
marxista". Traducido por Manuel
Talens y Atenea Acevedo, en 148 páginas, 9 capítulos y una adenda,
Goldstein realiza una radiografía de la crisis económica que azota a Estados
Unidos y el resto del mundo.
Goldstein utiliza estadísticas
oficiales y citas de reputados analistas burgueses, combinándolas con las
categorías económicas de Carlos Marx, para producir un análisis brillante,
ameno, que cualquier trabajador puede comprender, para producir una perspectiva
novedosa de la actual crisis mundial del capitalismo. De salida afirma:
"Estamos ante una crisis histórica". Con elementos similares a otras,
pero en un nivel completamente nuevo que lo lleva a la conclusión de que el
sistema está ante "un callejón sin salida". No se trata de una crisis
cíclica como las que han caracterizado al capitalismo desde el siglo XIX.
En su Introducción, Goldstein,
compara la crisis abierta en 2007 con dos grandes crisis anteriores, las de
1873 y 1929. Éstas constituyen las únicas crisis ("callejones sin
salida") con las que encuentra similitudes el actual momento, porque
fueron crisis de "larga duración" (aunque no usa este concepto) y de las
que sólo se salió mediante la guerra y la expansión imperialista del mercado.
La primera se extendió hasta 1896 y se
inició con la crisis de los ferrocarriles y la especulación de tierras,
llegando la tasa de desempleo a dos dígitos, pese a un ligero repunte en 1879.
Bajo su influjo se produjeron grandes movimientos huelguísticos, como el de
Haymarket por las ocho horas de trabajo (1886), la huelga del acero en
Homestead (1892) y la de los ferrocarriles Pullman (1894). EE UU sólo la superó
cuando inició su expansión imperialista de fines de siglo (Guerra de 1898 con
España).
La segunda tuvo el año 1929 como
referencia, con el Crack Bursátil, pero había iniciado antes con quiebras
bancarias y el colapso de la especulación de tierras, se extiende hasta 1939,
con un ligero repunte en 1934. Durante esta fase también sobrevino una oleada
de huelgas en San Francisco, Minneapolis y Toledo, y ocupación de fábricas,
como la de Flint, que dio origen al sindicato de General Motors. Sólo fue
superada con la inmensa destrucción de Guerra Mundial.
"En ambas, el funcionamiento
automático del mercado capitalista, el ciclo normal de auge y caída del
desarrollo capitalista, se quedó exhausto. El capitalismo llegó a un punto en
el que ninguna medida de carácter económico podía por sí sola mantener el
sistema en movimiento ni hacerlo avanzar por más tiempo. Estaba sumido en la
parálisis económica; el desempleo masivo sobrepasaba la capacidad del
sistema."
Ambas estuvieron precedidas por
períodos de prosperidad e innovaciones tecnológicas, como la actual. En las
tres (1873, 1929 y 2007) las fases de auge han estado caracterizadas por su
debilidad y su carácter central es la "recuperación sin empleo". En
las anteriores la superación de la crisis llegó de la mano de la expansión imperialista.
La diferencia con la actual reside justamente en eso, un mundo
"globalizado", donde no hay nuevos mercados de los que apoderarse y
un desempleo crónico internacional que limita objetivamente la capacidad de
recuperación.
"A medida que la clase dominante
se queda sin opciones y avanza hacia la aventura militar y la reacción
política, las medidas tradicionales de recuperación ya no podrán reinvertir la
crisis. Eso hace que la situación sea históricamente favorable a la
intervención de la clase obrera y de los oprimidos para resolver la crisis de
manera revolucionaria... El sistema basado en las ganancias está entrando en
una fase que únicamente puede arrastrar hacia atrás a la humanidad. Las masas
están llegando a un punto en que les resulta imposible continuar por el viejo
camino, porque el capitalismo bloquea su supervivencia. La humanidad solo puede
avanzar si limpia el camino para sobrevivir, lo cual significa nada menos que
la destrucción del capitalismo".
En el Capítulo 1, titulado
"Una crisis sistémica", Goldstein aborda el tema de la falsa
recuperación de 2009-2010, citando a un analista del Banco Lehman, Allen Sinaí,
para establecer que el endeble crecimiento económico se está haciendo sin la
creación de puestos de trabajo, lo cual no permitirá sostenerlo por la lógica
contracción de la demanda, dado el alto desempleo y los bajos salarios. En dos
años se han destruido 7 millones de empleos en EE UU, a los cuales hay que
agregar 4 millones de jóvenes que han accedido al mercado de trabajo. Justamente,
"el callejón sin salida", se produce cuando la tasa de contrataciones
es menor a la tasa de despidos. Pese a los billones de dólares inyectados para
el salvamento de los bancos, esta medida no conlleva creación de puestos de
trabajo.
Goldstein aporta cifras sobre la alta
tasa de desempleo en todo el mundo, sobre todo entre la juventud trabajadora,
que en EE UU llega al 20%, en España al 40%, en Egipto o Túnez y otros países
de África supera el 50%. "El desempleo juvenil es el signo más
dramático de la capacidad cada vez menor del capitalismo para absorber la mano
de obra en todo el mundo. La nueva generación de trabajadores que ingresan en
la fuerza de trabajo está mayoritariamente excluida y si trabajan es a cambio
de bajos salarios. El desempleo juvenil es una medida clave del estancamiento
de un sistema en franca decadencia", dice.
El Capítulo 2, se titula
"Capitalismo de bajos salarios y recuperación con desempleo", en el
cual demuestra cómo la relativa recuperación de 2009, y el aumento de la
productividad, se están dando no sólo sin empleos, sino destruyendo el nivel de
vida de las familias trabajadoras en EE UU: con 40-50 millones de pobres
(extremos) y una caída del ingreso familiar del 6,7%; que entre los
afrodescendientes llega al 10% y en los latinos al 7,2%. Cita a la "Ley
general de acumulación capitalista" de Marx para explicar el fenómeno por
cual el capitalismo crece gracias al desarrollo tecnológico pero a costa de
crear un ejército industrial de reserva que, a la larga, produce las crisis de
"sobreproducción", dada la incapacidad de los asalariados de absorber
las mercancías por sus bajos ingresos.
Al respecto cita al director de la
Reserva Federal, Bernanke: “Esto se debe a un incremento récord en la
productividad. Con los años, las nuevas tecnologías, los procesos y los
productos han permitido que las empresas manufactureras produzcan cada vez más
con menos trabajadores.”
El Capítulo 3, titulado
"Tecnología avanzada y desempleo masivo", aborda la crisis de 2001
para señalar que su superación se basó en una expansión artificial del crédito
y la promoción de hipotecas a intereses variables para los consumidores,
gracias a una serie de juegos financieros promovidos por Alan Greenspan, ex
director de la Reserva Federal en beneficio de los bancos. Junto a ello, y
manteniendo una baja recuperación del empleo, hubo un aumento exponencial de la
productividad en la industria, basada en el desarrollo tecnológico, que
alcanzó, en 2003, un incremento en horas/trabajador de 5,7%, y a fines de ese
año llegaba a 9,7%, para ubicarse en 24% entre 2001 y 2006. Hay una sección
interesante que explica cómo la informática permite aumentar demencialmente la
explotación (productividad) por trabajador incluso en las tiendas minoristas.
Al final de la recuperación posterior a
2001, el aumento de la productividad llevó a que la crisis se expresara como
una típica crisis de sobreproducción en el esquema previsto por Marx: respecto
a la capacidad de absorción del mercado se habían producido 1,3 millones de viviendas
de más; el parque automotriz, con capacidad de producir 18 millones de autos
anuales, vio reducida la producción a 11 millones, en 2009; igual para el acero
y otros productos. Conclusión: "El sistema se ha vuelto tan productivo
que ya no puede producir. Esta es la última contradicción del capitalismo, cuya
trayectoria hasta su final científico y lógico Marx describió en la ley
general de la acumulación capitalista".
El Capítulo 4, "La
productividad está estrangulando la producción", empieza citando a Morton
Zuckerman, editor de U.S. News & World Report, que estable que
durante la primera década de este siglo, luego de la crisis 2000-2001, la
creación de empleo fue CERO!. Lo alarmante de la situación se evidencia
cuando se compara con las décadas precedentes: en los años 40 se crearon 38%
más empleos respecto a la anterior; en los 50 fue 24%; en los 60 se crearon 31%
puestos de trabajo; en los 70 fueron 27%; en los 80 se llegó al 20%; y en los
90 se crearon 20% más de empleos.
Goldstein achaca la pérdida de 11
millones de puestos de trabajo en la presente década a la alta productividad
impulsada por la revolución tecnológica. Pone algunos ejemplos: en Ohio, la
DuPont crea una planta de fabricar materiales para producir energía solar a un
costo de 175 millones de dólares, pero sólo crea 70 empleos (2,5 millones por
puesto de trabajo); En Midland, Michigan, la Hemlock Simiconductor, crea otra
planta de células fotovoltáicas a un costo de 1,000 millones de dólares, pero
sólo crea 300 puestos de trabajo (3,3 millones por cada empleo).
Una sección interesante de este
capítulo se titula "La educación no es la respuesta", y en ella
desmiente las versiones usuales de que es con la educación se supera la crisis
y la gente accede a los puestos de trabajo. La realidad norteamericana
demuestra que hay millones de jóvenes con títulos universitarios que no
encuentran lugar en el mercado de trabajo. "El capitalismo está
llegando a un punto en el que basta un aumento de la producción para que ésta
se vea superada por la sobreproducción. Eso hace que la patronal utilice su
dinero para la especulación, los préstamos, la recompra de acciones, el aumento
de los dividendos, etc., mientras que más de treinta millones de trabajadores
sufren de desempleo y subempleo en EE.UU."
El Capítulo 5, aborda un tema en
boga en Europa y en EE UU con el llamado "abismo fiscal": "Los
banqueros saquean el erario, se hace un llamado a la austeridad". Citando
a Andrew Haldane, del Bank of England, este capítulo aborda la tortuosa
relación histórica entre los bancos y el Estado y cómo, en tiempos de crisis,
los tenedores de bonos y dueños de la deuda, impulsan la "austeridad"
como doctrina porque lo que más temen es que el gasto social, en tiempo de
contracción, lleva a mayor emisión de moneda, depreciación e inflación. Por lo
cual, para ellos, es preferible recortes masivos del gasto social y despidos de
empleados públicos para asegurar el cobro de la deuda y sus intereses. En EEUU,
se han perdido 600 mil empleos públicos en el último lustro. No les importa si
la austeridad sume al sistema aún más en la espiral de la crisis, para los
bancos lo principal es cobrar y no en moneda devaluada.
El Capítulo
6, se titula "El capitalismo ha superado la capacidad de regeneración
del planeta". Aquí empieza, sin proponérselo, desmitificando aquello de
que las economías de los BRIC representen un "capitalismo
alternativo". Por el contrario, la expansión de las BRIC se basa en la
extensión de las transnacionales imperialistas en el proceso de globalización.
Aquí la referencia metodológica es la "Ley de la tendencia decreciente de
la cuota de ganancia", de Marx, para establecer tres cosas relacionadas:
la competencia capitalista, la cual motiva la carrera tecnológica y la
expansión global en busca de mercados y fuentes de materias primas. Se han
vencido las fronteras nacionales y el capitalismo alcanzó sus límites
planetarios. ¿A dónde más expandirse? Goldstein concluye: "El capitalismo ha hecho de cada rincón
del globo un espacio propio de explotación y sin duda ha superado su capacidad
de regeneración. No solo amenaza la supervivencia económica de la población
mundial, sino la fuente misma de la vida, la naturaleza y el medio ambiente. Solo
el socialismo puede salvar al planeta".
En
el Capítulo 7, "El capitalismo amenaza la vida en el planeta",
se establece el principio de que el sistema ya no es sólo producción, sino
también "polución". Un ejemplo dramático de la amenaza ambiental del
sistema lo es el masivo derrame de petróleo en el Golfo de México producido por
la British Petroleun, en 2010. ¿Cómo se explica que una empresa con un capital
de 290 mil millones de dólares, presente en 80 países, con ganancias 8 mil
millones en 2011, decidió no gastar 500 mil dólares en un disparador acústico
de seguridad que habría evitado el desastre ambiental?
Lo
de la B.P. no es nada, comparado con los daños ambientales producidos por
Chevron-Texaco en la Amazonía del Ecuador, donde vertieron toneladas de
desechos de hidrocarburos de manera irresponsable directamente en suelos y
ríos. Ni hablar de la industria minera y maderera que arrasa los bosques desde
Amazonas a Indonesia, sabiendo que son los principales productores del oxígeno
que respiramos los seres vivos. O las emisiones de CO2 que están derritiendo
los glaciares. "Este desdén por el planeta y todo lo que en él se encuentra
ilustra, una vez más, la irracionalidad y las contradicciones inherentes al
capitalismo en tanto sistema económico", nos dice Goldstein. Y concluye: "Desde un punto
de vista puramente ambientalista, el capitalismo ha dejado de ser
históricamente viable. En tanto no derroquemos al capitalismo la vida en el
planeta estará amenazada".
El Capítulo
8, lleva el interesante título de "Materialismo histórico: robots y
revolución". Aquí se aborda el problema de la creciente tecnificación, en
especial de la informática y la digitalización, cuya aplicación no se restringe
a una sola rama de la economía, y está produciendo el masivo "desempleo
tecnológico", el cual, llegado a cierto punto, plantea el dilema "¿De
dónde saldrá el mercado?". Goldstein cita los libros "Race against
the machine" de Brynjolfsson y McAfee, "The age of turbulence",
de Martin Ford y al propio Greenspan, quienes están preocupados por este
asunto. Pero agrega que ninguno de ellos entiende lo que Marx ya dijo desde El
Manifiesto Comunista, el problema no es la máquina, sino la burguesía.
"Parafraseando
a Marx, la burguesía ha conjurado a un brujo –la robotización, la producción
automática, el software y las tecnologías de la comunicación– cuyo único propósito
es desembarazarse de la mano de obra", nos dice. Pero, contrario al pesimismo de esos autores,
Goldstein confía en la capacidad de clase obrera para actuar y cambiar el
sistema.
El Capítulo 9, y último, se
titula "La nueva etapa del Imperialismo y la perspectiva de la lucha"
y empieza recordando que Lenin fue uno de los primeros en analizar el fenómeno
del imperialismo como fase superior del capitalismo, y que uno de sus
principales aportes teóricos lo fue el señalar que las enormes riquezas
extraídas por las potencias del mundo colonial, habían servido para comprar a
la élite superior de la clase obrera de los países imperiales, creando una
"aristocracia obrera", privilegiada y políticamente conservadora, que
aportaba estabilidad al sistema. La diferencia con el momento actual es que la
globalización neoliberal el imperialismo actúa en sentido contrario, está
destruyendo los privilegios de la aristocracia obrera de los países del Norte
al ponerla a competir con los trabajadores peor pagados del Sur.
Al respecto cita un libro anterior
suyo, "Low-wage capitalism": “Mientras que antes la exportación de
capital solía utilizarse para fomentar un estrato superior de la clase obrera
en los países imperialistas, suavizar la lucha de clases y promover estabilidad
social, con la nueva división mundial del trabajo la exportación de capital se
utiliza para bajar los niveles de vida de los trabajadores de los países
imperialistas, diezmar las capas superiores de los trabajadores y algunos
sectores de la clase media y destruir la seguridad laboral y las prestaciones
sociales.
”Esto socavará inevitablemente los
cimientos de la estabilidad social y sentará las bases para el renacimiento de
la lucha de clases en el interior de los gigantes corporativos explotadores.
Por otra parte, la expansión a escala planetaria de la socialización del
proceso del trabajo y el rápido crecimiento de una clase obrera internacional
están haciendo que la solidaridad de clase transfronteriza se convierta en
algo obligatorio contra el imperialismo".
La Adenda
está dedicada a reflexionar para el movimiento Ocuppy Wall Street (OWS), muy
semejante a los Indignados de España, que se movilizó en 2010-11, bajo la
consigna "Somos el 99% frente al 1%", para denunciar la creciente
desigualdad social de un sistema capitalista en el que una minoría de la
sociedad acapara de manera obscena la riqueza contra la mayoría. Goldstein le
pregunta al OWS cuál es el objetivo de la lucha, ¿sólo reducir un poco la
desigualdad social? ¿Poner algunas restricciones a los banqueros?
"¿Debemos parar en la lucha para
reducir la desigualdad en el capitalismo, vamos a luchar para ayudar a forjar
las “cadenas de oro” con las que el capital arrastra a los trabajadores o vamos
a llevar la lucha contra la desigualdad hasta sus últimas consecuencias y
luchar para romper las cadenas de la dominación de clase? La desigualdad entre
las clases sólo podrá abolirse con la eliminación de la clase capitalista junto
al sistema de explotación sobre el que construye toda su obscena riqueza".
El
reformismo dentro de los marcos del capitalismo no puede solucionar ningún
problema de fondo, porque el sistema está montado con el único fin de sostener
la lógica infernal de la ganancia capitalista, que ya amenaza la vida en el
planeta. La única alternativa es una revolución social que establezca una forma
humana, racional y ecológica de economía: el socialismo.
"El ser determina la conciencia,
pero no de forma automática ni necesariamente a corto plazo. De hecho, la
conciencia va a la zaga de los acontecimientos, pero termina por ponerse al día
cuando la vida ya no puede seguir siendo como antes",
nos dice Goldstein, para concluir un panorama tan negativo con una
actitud optimista, respecto a que la clase trabajadora terminará asumiendo la
tarea histórica de superar al capitalismo.
Leyendo
a Fred Goldstein no podemos dejar de recordar a León Trotsky, cuando en el
marco de otra "crisis sin salida", en los años treinta, afirmaba:
"En general, los requisitos económicos previos para la revolución
proletaria han llegado ya al punto más alto de madurez... Las fuerzas
productivas de la humanidad están estancadas. Ya las nuevas invenciones y los
nuevos progresos técnicos no pueden elevar el nivel de la riqueza material. Las
bajas repentinas y cíclicas de los valores..., imponen a las masas privaciones
y sufrimientos siempre mayores. El crecimiento de la desocupación ahonda a su
vez la crisis financiera... Las condiciones objetivas de la revolución
proletaria no sólo están maduras, sino que han empezado a descomponerse. Sin una
revolución socialista en el próximo período histórico, la civilización humana
está bajo la amenaza de ser arrasada por una catástrofe. Todo depende del
proletariado, es decir, principalmente de su vanguardia revolucionaria. La
crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis histórica de la
dirección revolucionaria" (El Programa de Transición).
Panamá,
27 de diciembre de 2012.