Por Jorge Capelán, RLP/TcS.
Este sábado se
cumple un año del atroz asesinato de líder libio Muhammar Gadaffi. El 20 de
octubre de 2011, unos días después de haber estado en Trípoli, la Secretaria de
Estado Hilary Clinton vio la noticia por televisión y ante las cámaras, también
de televisión, exclamó: “Venimos, vimos y él murió”. Menos de un año más tarde,
el embajador que había enviado a Benghazi, Chris Stevens, era asesinado por los
mismos grupos que su gobierno había entrenado, armado y asesorado para matar a
Gadaffi y a miles de otros libios.
La destrucción
de Libia y el atroz asesinato de su líder han destapado la Caja de Pandora. Fue
una agresión y un crimen que pudo y debió haber sido parado a tiempo. A la
destrucción del país africano le siguieron el contrarrevolucionario “cambio de
régimen” en Costa de Marfil, la intervención de Somalia y, ahora, la virtual
intervención de Mali. Uno a uno, los países del África están siendo destruidos
ante el avance imperial para asegurarse la hegemonía y el control de las
riquezas de ese vasto continente.
Hoy, Siria se
está desangrando en base a una estrategia similar a la aplicada contra Libia
pero con un riesgo mucho más cercano de una conflagración nuclear en la marcha
de la OTAN y el estado sionista de Israel hacia Teherán. Los sectores más
reaccionarios de la entidad sionista se frotan las manos y actúan con total
impunidad.
Casualmente
hoy, a un año del asesinato de Gadaffi, las fuerzas de “defensa” israelí
interceptaron en aguas internacionales a otro barco, el tercero, que intentaba
llevar ayuda humanitaria a Gaza, donde un millón y medio de palestinos viven
bloqueados por Israel en lo que constituye el campo de concentración más grande
en la historia de la humanidad. A pesar de las airadas quejas, Israel no hará
nada para detener sus crímenes, al contrario, los escalará.
Los ingenuos
que ayer se creyeron el cuento de que la OTAN iba a “liberar” a Libia de un “dictador”,
a estas alturas se deben de estar dando cuenta de su olvido de la historia.
La muerte de
Gadaffi, golpeado, vejado y salvajemente torturado ante las cámaras, es un
episodio más del horror y la tragedia causados por el imperialismo contra
nuestros pueblos. Tiene ecos en el trágico destino de ese otro gran africano,
Patricio Lumumba, asesinado en condiciones similares por la CIA en enero de
1961.
En realidad,
ese tipo de viles asesinatos de dirigentes revolucionarios tiene sus
equivalentes para muchos pueblos a lo largo y ancho del tercer mundo porque es
una herramienta más del arsenal de las tácticas imperiales de dominación: el
hacer ejemplos de los rebeldes.
En Nicaragua,
un 4 de octubre de 1912, el cadáver de Benjamín Zeledón era arrastrado por las
calles de Masaya por las tropas cachurecas, peleles del yanqui invasor - algo
similar a lo que se hizo con Gadaffi, cuyo cuerpo fue expuesto durante casi 4
días en un refrigerador industrial en la ciudad de Misrata. El horror de la
escena al ver la forma en que trataban al héroe Benjamín Zeledón, y el heroismo
de los 300 hombres que lo acompañaron en la batalla, despertó la conciencia de
Sandino y cambió para siempre la historia de Nicaragua.
El trágico
destino de Mohammar Gadaffi se suma al de Omar Mukhtar, líder libio de la
resistencia contra las tropas del fascismo italiano, colgado por los
imperialistas ante miles de sus seguidores un 11 de septiembre, pero de 1931.
Así como el asesinato de Mukhtar no paró la resistencia del pueblo libio, la
muerte de Gadaffi no la ha detenido hoy en día.
Libia no está
pacificada. La “paz” del imperio sólo ha sido una prolongación de la guerra. La
“liberación” del pueblo libio a manos de los bombardeos de la OTAN sólo ha
desencadenado la dictadura más cruenta. Una de las primeras disposiciones de
los “rebeldes” peleles del imperio al llegar al poder fue el de prohibir toda
crítica a su “revolución”.
El activista y
periodista Sukant Chandan escribe lo siguiente sobre la Libia postgaddafista: “Vimos
como derrotaron totalmente la ciudad de Tawergha con 30.000 habitantes. Había
muchos libios negros. Vimos a los integrantes de las brigadas de Misrata, que
según ellos mismos dicen, se dedican a eliminar a gente negra. Una ideología
'maravillosamente humanitaria' y 'ibertadora'. Con este pretexto derrotaron la
ciudad, ellos estaban persiguiendo a la gente de Tawengha”.
Los
enfrentamientos entre las tribus y entre estas y las fuerzas imperiales van en
aumento. Hasta 140 de esos choques cuentan algunas agencias noticiosas. Los
grupos mafiosos y fascistas usados por la OTAN para destruir a Libia se han
salido del control de sus amos y persiguen otras agendas nada claras.
El mes pasado,
grupos de Al Qaida, probablemente manejados por los servicios israelíes para
presionar a Obama en la recta final de las elecciones, asesinaron al embajador
de EE.UU. en Benghazi, Chris Stevens, un tipo que paradógicamente había sido
enviado para entrenar, apoyar y dirigir a sus propios asesinos.
Dice la agencia
imperial Reuters, experta en instigar contrarrevoluciones, que tiene pruebas de
que a Gadaffi lo asesinó un agente francés. Puede ser que ese sujeto haya
planeado el crimen. Pero desde la ciudad siempre verde de Beni Wallid nos
llegan reportes de que uno de los peleles que participó directamente en el
asesinato fue capturado e intercambiado por otros patriotas en manos de las
bandas mercenarias al servicio de la OTAN.
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Publicado por
Jorge Capelán para Comentarios e Información desde Nicaragua el 10/20/2012